martes, 24 de junio de 2025

Santo Tomás de Aquino al comentar Romanos 1 señala que los sodomitas son idólatras

 




Catolicidad: SAN PABLO CONTRA LA HOMOSEXUALIDAD


La Sagrada Escritura y, especialmente el sentido común son tan claros sobre el tema de la homosexualidad que el Magisterio de la Iglesia ha tratado muy poco de esta materia. (1)


1. En el Antiguo Testamento, además del castigo de Sodoma (Génesis 19), debemos citar la ley dada por Dios a Israel: Lev. 18, 22 designa a la sodomía como una abominación, Lev 20, 13 castigada con la muerte). En el Nuevo Testamento, San Pablo condena explícitamente este vicio en varias epístolas (Romanos 1, 24-32, que se citan a continuación 1 Cor 6,10: "Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los infames, ni los ladrones, [...] heredarán el reino de Dios (2)", 1 Tim 1,10, dice la misma manera que "los asesinos, los fornicarios, los infames [...](3)".


2. El sentido común también es suficiente para ver que este vicio es contra la naturaleza, puesto que utiliza al contrario de su finalidad natural una función que Dios ha dado para la transmisión de la vida. Una desviación así de grave, en un asunto tan importante para el bien común (el futuro de la sociedad depende de ello), resulta evidente que es gravemente pecaminosa.



Sin embargo, esto ya no aparece tan obvio para muchos de nuestros contemporáneos. Debemos ahora argumentar para defender lo que antes era evidente.

Comencemos pues el asunto, preguntando por qué y cómo se puede haber llegado a tal extremo.

Sobre este punto en particular la Sagrada Escritura, y San Pablo especialmente, van a aclararnos mucho.



San Pablo va hasta la raíz del mal


En el primer capítulo de su epístola a los Romanos, San Pablo no se limita, en efecto, a denunciar el vicio. Él establece claramente un vínculo causal entre la infidelidad (idolatría) y la impureza contra la naturaleza. Leamos el pasaje (Rom 1,18-32):


1. La idolatría de los gentiles es inexcusable, porque el verdadero Dios se manifiesta en la creación.

En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron  en sus razonamientos y su insensato corazón  se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos,  cambiaron la gloria  del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.


2. Consecuencia de esta maldad, Dios los abandonó a sus pasiones.

Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.


3. Consecuencia (continuación): el vicio contra la naturaleza

Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.


4. San Pablo repite su razonamiento: causa y consecuencia.

Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.



San Pablo lo dice pues y lo repite: la ceguera moral llevada hasta la aprobación de los vicios contra la naturaleza es una consecuencia de la impiedad. Una máxima atribuida a San Agustín resume esta enseñanza: Este estigma no es sólo un pecado, es más bien el castigo del pecado (4)



La explicación de Santo Tomás


En su comentario sobre la Epístola a los Romanos, Santo Tomás de Aquino insiste también:

           

Cabe señalar que es con razón que el Apóstol pone los vicios contra la naturaleza -que son el más grave de los pecados de la carne- como castigo por la idolatría. Se percibe que estos defectos parecen haber comenzado a desarrollase con la idolatría - es decir, los días de Abraham, cuando se reconoce generalmente que la idolatría comenzó. Se lee en el capítulo 19 del Génesis que estos defectos han sido castigados por primera vez en la persona de los habitantes de Sodoma. Y del mismo modo, los vicios de este tipo han crecido progresivamente a medida que creció la idolatría. Así se lee en el segundo libro de los Macabeos que Jasón se atrevió a poner los jóvenes más nobles en lugares infames (5) y no fue el comienzo, sino el desarrollo y el progreso de la adopción de costumbres paganas (6)


El Doctor Angélico se refiere indirectamente al mismo tema en una cuestión de su Summa Theologica. Se pregunta por qué el rito de la circuncisión fue instituida en la época de Abraham, y no justo después de la caída original. Él respondió que en la época de Adán, incluso después del pecado, la fe y la razón natural era todavía lo suficientementeAbraham, la religión se había debilitado al punto que la mayoría de personas se volcaron a la idolatría, y a la vez, la razón natural estaba oscurecida por las pasiones de la carne hasta el punto de hacer caer al hombre en pecado contra la naturaleza. Por lo tanto, era el momento en que Dios instituyese, para el hombre, un rito que fuese al mismo tiempo la señal de la fe en Dios, y un remedio para el deseo carnal (7).


Encontramos así, en esta respuesta, el vínculo entre el progreso de la idolatría y el de los vicios contra la naturaleza. El primero es una falta contra la naturaleza divina, Dios permite como castigo la segunda, que va en contra de la naturaleza del hombre (8).



Confirmación en el siglo XVII


En el siglo XVII, el famoso exégeta Cornelius a Lapide (9) confirma esta explicación:


Las pasiones monstruosas son la pena de la infidelidad, la impiedad y la herejía (10).


Tras señalar que los herejes de su tiempo (protestantes) han manifestado la verdad de esta frase en sus costumbres (11), investiga la causa de ese vínculo entre la impiedad y la impureza. Da dos razones.


1. En primer lugar, porque donde no hay fe, no hay gracia de Dios; y donde no hay gracia de Dios, no encontramos la castidad, sino todo tipo de concupiscencias. Era justamente por eso que Lutero decía que la fornicación era tan necesaria al hombre como el alimento, y que se oye por todos lados, entre los innovadores, el axioma de que la castidad es imposible; porque, realmente, es imposible a Lutero y a los herejes. Eso es justo lo que San Jerónimo dijo: "Es difícil encontrar a un hereje que ame la castidad; aunque la pueda recomendar por palabras y alabarla".


2. En segundo lugar, a causa de que la herejía y la infidelidad nacen del orgullo, y que la pasión impura es el castigo del orgullo, del mismo modo en que la castidad es la recompensa de la humildad (12).



Confirmación al día de hoy


La conclusión se impone por sí misma: la repugnante invasión de los vicios de Sodoma en nuestros países -y su formalización por infames leyes- no son sólo azotes sociales. Son también, y principalmente, castigos.

Nuestros países son, hace tiempo, oficialmente apóstatas; oficialmente ateos. Incluso, por la ideología de los derechos humanos, oficialmente idólatras. Por tanto, es natural, lógico, necesario, que estas costumbres se instalen en ellos. San Pablo dijo:


No tienen excusa, porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, y le dieron gracias, sino que se entregaron a sus deseos y sus corazones sin inteligencia se hundieron en la oscuridad. [...] Por eso Dios los entregó a las pasiones vergonzosas [...] Ya que no se preocuparon por conocer a Dios, Dios los entregó a su mente réproba.



Esto no quiere decir que en el orden individual sólo un idólatra, o un impío, puedan experimentar las tentaciones contra la naturaleza. Todos los seres humanos están marcados por el pecado original y el desorden de la naturaleza se manifiesta de diferentes maneras en cada uno. Sin contar las patologías propiamente dichas, uno nacerá más propenso a la ira, el segundo fue la pereza, y otro más vulnerable a tal o cual tentación de lujuria. Una educación inadecuada, choques psicológicos mal curados u ocasiones precoces de escándalo podrán exacerbar y agravar esta herida, en la fragilidad de la infancia o la adolescencia. En este caso, como frente a cada uno de los pecados capitales, sólo la lucha diaria, con la oración y la gracia de Dios, permitirá superar el vicio y establecer la virtud.


Pero en el orden público, aquel de cada nación, la aceptación del vicio contra la naturaleza, tal como lo estamos experimentando hoy en día, no puede ser más que un castigo. La paganización de las costumbres es la consecuencia inevitable de la paganización de las ideas.

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