El socialismo y el comunismo son la misma ideología
«El comunismo no es sino una forma extrema del socialismo. Desde el punto de vista ideológico, no hay diferencia sustancial entre los dos. De hecho, la Unión Soviética comunista se llamó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991) y la China comunista, Cuba y Vietnam se definen a sí mismas como naciones socialistas.
La Iglesia católica ha condenado el comunismo declarándolo “satánico” e “intrínsecamente perverso” (Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris) y ha excomulgado a los comunistas (socialistas) y a sus colaboradores.
El mártir beato Franz Jägerstätter fue decapitado el 9 de agosto de 1943, a los 36 años, por su oposición pública a Hitler y al nazismo en nombre de su fe. No se dejo seducir a pesar de ser joven ni de estar casado y ni de ser padre de tres hijos. franz soldierHabía sido reclutado por el ejército del Tercer Reich, pero él se opuso citando las palabras de san Pedro: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Había leído la encíclica «Mit Brenneder Sorge» de 1937 en la que el Papa Pío XI escribía: «Ningún poder coercitivo del Estado, ningún ideal puramente terreno, por grande y noble que en sí sea, podrá sustituir por mucho tiempo a los estímulos tan profundos y decisivos que provienen de la fe en Dios y en Jesucristo».

El Beato Franz Jägerstätter ve un tren brillante cargado de pasajeros; jóvenes, niños , adultos y viejos que se dirige al infierno. Este tren fue identificado por él como la ideología del socialismo nacional, él le gritaba a todos bájense del tren antes que llegue a su destino final, incluso él mismo fue persuadido por sacerdotes para que él se subiera a ese tren pero murió mártir por oponerse. Hoy en día este tren es mas brillante y viaja a gran velocidad y seduce a muchos dentro y fuera de la Iglesia para que se suban al tren y viajen rumbo al Infierno.
El Papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno aseguró que “Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista”.
Esta fue la carta que escribió Franz Jägerstätter en prisión, antes de morir decapitado, en 1943: «Escribo estas pocas palabras tal como me vienen a mi mente y a mi corazón. Tengo que escribirlas con mis manos encadenadas, pero encuentro que eso es mejor que si tuviera mi voluntad encadenada. Ni la prisión ni las cadenas ni la sentencia de muerte pueden robar a un hombre su fe y su libre voluntad. Dios da tanta fuerza que es posible superar cualquier sufrimiento, una fuerza mucho más fuerte que todo el poder de este mundo. El poder de Dios es invencible…
Puede verse con facilidad que cualquiera que se niegue a reconocer la Comunidad Nacional Nazi (Volksgemeinschaft) y que no esté dispuesto a ajustarse a todos mandatos de sus líderes, perderá los derechos y privilegios que ofrece esa nación. Pero no es muy diferente con Dios: quien no quiera reconocer la comunidad de los santos o quien no quiera obedecer los mandamientos declarados por Él y por su Iglesia, y quien no está dispuesto a sobrellevar los sacrificios y a luchar por su Reino – tal persona pierde sus derechos en el Reino.
Ahora bien, una persona que es capaz de luchar por los dos reinos y de mantenerse en buena posición en ambas comunidades (es decir, la comunidad de los santos y la Comunidad Nacional Nazi, Volksgemeinschaft) y que es capaz de obedecer todos los mandamientos del Tercer Reich… tal persona es, en mi opinión, un gran mago. Por mi parte, no puedo. Y, rotundamente, prefiero renunciar a mis derechos bajo el Tercer Reich y así asegurarme de lograr los derechos otorgados bajo el Reinado de Dios. Ciertamente, es desafortunado que uno no puede ahorrar a su familia de estos sufrimientos. Pero los sufrimientos de este mundo duran poco y pronto serán superados. Y este sufrimiento no tiene comparación con los que Jesús no pudo ahorrar a su querida Madre durante su pasión y su muerte.
¿Es, por tanto, el Reino de Dios, de tan ligero valor que no se merece algún sacrificio, que situamos cualquier cosa pequeña por delante de los tesoros eternos? Tan inimaginablemente grandes son estas alegrías que Dios ha preparado para nosotros en su Reino… y la mayor de todas es que estas alegrías duran por siempre. Creo que casi deberíamos desbordar de gozo si alguien nos dijese que podríamos estar seguros de que en unos pocos días esas alegrías del cielo serían nuestras en la tierra y que durarían mil millones de años. Pero, ¿qué son mil millones de años comparados con la eternidad? No tanto como medio segundo comparado con todo un día…
Por lo tanto, así como un hombre que sólo piensa en este mundo hace todo lo posible para hacer la vida aquí más fácil y mejor, así debemos nosotros, que creemos en el Reino eterno, arriesgar todo para recibir un gran premio allí. Así como los que creen en el Nacional Socialismo se dicen a sí mismos luchan por la supervivencia, así nosotros debemos convencernos también de que luchamos por el Reino eterno. Pero con esta diferencia: no necesitamos rifles ni pistolas para nuestra batalla, sino en su lugar, armas espirituales (y la principal entre ellas es la oración). Y es que la oración, como dice Santa Clara, es el escudo que las flechas incendiarias del Maligno no pueden atravesar. A través de la oración imploramos constantemente la gracia de Dios, dado que sin la ayuda y la gracia de Dios sería imposible que perseverásemos en la Fe y que fuésemos fieles a sus mandamientos.
El cristiano verdadero debe ser reconocido más en sus obras que en sus palabras... Porque el amor conquistará y durará por toda la eternidad. Y felices son los que viven y mueren en el amor de Dios”.»
Escribiendo a su ahijado le dijo: «Puedo decir por mi propia experiencia cuán dolorosa es con frecuencia la vida cuando uno vive como cristiano a medias; Es más vegetar que vivir… Desde la muerte de Cristo, casi cada siglo ha visto la persecución de los cristianos; Siempre ha habido héroes y mártires que dieron su vida — con frecuencia en formas terribles — por Cristo y su fe. Si esperamos alcanzar nuestra meta algún día, entonces nosotros también debemos ser héroes de la fe.«
Franz, fue seducido por sus amigos y por el mismo párroco para que se subiera al tren del socialismo nacional que va rumbo al Infierno.
En 1938 Hitler invadió Austria, anexándola a Alemania en lo que se llamó el «Anschluss».
Franz abiertamente expresaba su preocupación sobre los acontecimientos con sus amigos:
Amigos: «Hitler tomó una Alemania destruida, desmoralizada y humillada en el Tratado de Versailles y la convirtió en una nación próspera y orgullosa. Hoy todos la respetan. Hitler acabó con el desempleo, puso comida en las mesas, hizo prosperar tremendamente la economía».
-Franz: «Pagaremos un precio muy alto por todo eso».
-Amigos: «Esa es tu opinión. Te aconsejo que te la guardes. Por decir menos los nazis eliminan a cualquiera. Mejor que te acostumbres al sistema»
-Franz: «No aceptaré el sistema porque es una mentira.
-Amigo se despide: «¡Heil Hitler, Franz!»
-Franz: «Jamás!»
Mientras la mayoría prefirió integrarse a las filas nazis, Franz no sólo se oponía sino que no desperdiciaba cualquier oportunidad de despertar a la gente sobre sus perversas intenciones. Franz se retiró de la Asociación Nacional de Agricultores Austriacos, en protesta pública contra la débil postura de oposición al nazismo.
En abril del 1938 los austriacos iban a votar si aprobaban o no la ocupación alemana de su país. Franz le dijo a su párroco, el Padre Karobath, «voy a votar No».
El padre le respondió: «Franz, tu sabes cuanto odio yo el nazismo. Pero votar «No» es tonto. Primero, te vas a identificar como opositor del régimen y –créeme- te agarrarán. Si el voto es 100% austriacos a favor del Anschluss, la gente del mundo sabrá que el voto es una farsa. Franz, como tu párroco, te aconsejo que votes Si.»
«Padre Karobath,» respondió Franz, «Yo lo respeto y lo amo como sacerdote de Dios, pero mi conciencia no me permite votar Si.»
«Franz, haz lo que tu conciencia te dicte. Pero, que Dios te ayude. Espero que estés preparado para las consecuencias. Debes pensar que no estás solo. Tienes una esposa, una hija y otro niño en camino, y tus padres dependen de ti.»
«Yo sé eso, buen Padre. Me da mucho dolor. Pero no puedo mentir. El régimen de Hitler es malvado. Llevará a nuestro pueblo a hacer cosas malas. Además, Padre, yo creo que Dios me pide vivir según mi conciencia. Si yo hago lo que creo que El quiere que haga, entonces yo se que el cuidará de mi esposa, mis hijos y todas mis responsabilidades».
El 10 de abril el pueblo austriaco fue casi unánime en su voto a favor del gobierno nazi sobre su patria.
«Yo creo que lo que ocurrió en la primavera del 1938 no fue muy diferente», escribió más tarde Franz, «de lo que ocurrió aquel Viernes Santo hace mil novecientos años, cuando a la turba se le dio libertad para escoger entre el Salvador inocente y el criminal Barrabás.»
Franz continuó su oposición abierta al régimen Nazi. Se negó a contribuir a las colectas para las causas nazis. Rehusó recibir cualquier beneficio que los nazis ofrecieran para congraciarse con la gente. Cuando una tormenta destruyó las cosechas en el área de Sankt Radegund, Franz fue el único agricultor que no quiso recibir ayuda del gobierno.
«Todos me dicen, por supuesto, que no debo hacer lo que estoy haciendo por el peligro de muerte. Yo creo que es mejor sacrificar la propia vida inmediatamente que ponerse en grave peligro de cometer pecado y después morir»
«Cuando uno razona desde el punto de vista de la familia, uno no puede atormentarse. Uno no puede mentir ni siquiera por su familia. Si yo tuviera 10 hijos, la mayor demanda para conmigo mismo aún sería lo que debo hacer».
Una y otra vez sus amigos le insistieron que no se resistiera, que pensara en su familia. Una y otra vez el respondía: «Yo no puedo creer que porque uno tenga esposa e hijos, queda libre para ofender a Dios. ¿Acaso Cristo no dijo, «Quien ama a padre, madre o hijos más que a mi no merece mi amor? «
El capellán de la prisión, el Padre Baldinger también trató de disuadir a Franz de su posición contra el servicio militar:
Debes mantener el bienestar tuyo y de tu familia en mente. No tienes responsabilidad como ciudadano privado por los actos y políticas de este gobierno. Si tomas el juramento y cumples el servicio requerido, no estarías apoyando a los Nazis y sus objetivos; estarías simplemente siguiendo órdenes como millones de otros católicos, incluyendo sacerdotes y seminaristas. No tienes ni los datos ni la competencia para pasar juicio final sobre la justicia o injusticia de esta guerra».
Franz ya había escuchado estos argumentos antes. Sabía que no representan la enseñanza de la Iglesia sino el esfuerzo humano de justificarse ante una situación difícil. Es la actitud común de los ciudadanos de cualquier credo ante la misma situación. Sin embargo, era muy difícil no caer en la duda cuando es un sacerdote quien le aconseja.
Con una claridad que sólo puede venir del Espíritu Santo, Franz respondió que el sistema Nazi era contrario a su religión católica.
A Franz le dieron como abogado a Friedrich Leo Feldmann de Dusseldorf. Franz explicó que sus razones para no servir en el ejército eran dos:
1- El Nazismo es malvado y causa gran sufrimiento humano
2- Que buscaba destruir la Iglesia Católica.
El abogado le explicó que esos argumentos no serían efectivos ante la corte militar nazi y le presentó los argumentos ya familiares para Franz a favor de servir en el ejército. «Millones de católicos están sirviendo en las fuerzas armadas…»
El tribunal le presentó como argumento: «No te pedimos que protejas un régimen particular sino que defiendas tu patria. ¿Quieres que los rusos entren en Austria a quemar, saquear y violar a tu esposa y tus hijas?»
-Franz respondió: «No»
-«Entonces», dijo el oficial, «¡defiende tu patria!»
-«No puedo. El régimen es malvado y no puedo apoyarlo de ninguna forma»
El abogado recuerda que el oficial que había comenzado con gran soberbia, gradualmente suavizó su actitud hasta que al final imploraban a Franz.
-«Jaegerstatter, te pondremos en una posición donde no tendrás que levantar una pistola. Te haremos enfermero. ¡Por favor escúchanos!
-«Ustedes son buenos hombres», respondió Franz, «y yo aprecio lo que están tratando de hacer por mi. Pero si entro en el ejército siento que estoy haciendo algo muy malo, y añado a ello el pecado de mentir al parecer que pertenezco al ejército vistiendo su uniforme. No puedo hacer esto».
Franz fue declarado culpable de dañar el esfuerzo de guerra y la corte recomendó la pena de muerte. Franz y su abogado aceptaron la sentencia en silencio.
Dean Kreuzberg, el capellán católico, le contó a Franz que el Padre Reinisch había tomado la misma posición que él y por ello le habían matado. El capellán estaba tratando de convencer a Franz para que cambiase de postura. Sin embargo, el saber que un sacerdote había muerto sosteniendo su posición le dio a Franz una gran tranquilidad para mantenerse firme.
Su primera carta a su esposa desde la prisión: «Por favor, no te olvides de mi en tus oraciones. Todo será lo mejor según la voluntad de Dios… Que Dios te conceda todo lo que deseas para ti mientras no sea un obstáculo para tu bienestar eterno.
En otra carta a su esposa: «Cuando la gente te pregunta si estás de acuerdo con mi decisión de no pelear, diles lo que honestamente sientes. Si yo no tuviese tan gran horror a la mentira y a la actitud de doblez, no estaría sentado aquí».
«No debes estar triste por mi situación presente… Mientras un hombre … tenga la conciencia tranquila y sepa que no es en realidad un criminal, puede vivir en paz, aún en la prisión».
Dean Kreuzberg, el capellán católico, le contó a Franz que el Padre Reinisch había tomado la misma posición que él y por ello le habían matado. El capellán estaba tratando de convencer a Franz para que cambiase de postura. Sin embargo, el saber que un sacerdote había muerto sosteniendo su posición le dio a Franz una gran tranquilidad para mantenerse firme.
El Padre Furthauer trajo a Francesca a la prisión de Berlín. Mientras ella esperaba para verlo, los guardias trajeron a Franz al lugar de visitas. Ella presenció como lo empujaban brutalmente. Permitieron al matrimonio estar juntos 20 minutos. Francesca y el capellán trataron de convencer a Franz. Al acabar el tiempo de la visita, el sacerdote le dijo: «No tienes que preocuparte de estar cometiendo pecado. Estás siguiendo tu conciencia y eso es bueno» Le dio la bendición. Francesca y Franz se abrazaron.
La noche del 8 de Agosto de 1943 abrieron la celda de Franz. Le entregó un papel y le dijo: «escribe tu última carta» El la dirigió a su esposa e hijas:
Me trajeron a la prisión Brandengurg junto a varios otros condenados a muerte …. Nosotros no sabíamos todavía qué nos pasaría. Hasta el mediodía no me dijeron que mi sentencia había sido confirmada el 14 de julio y se cumplirá hoy (9 de agosto, 1943) a las 4:00 PM…. Querida esposa y madre, te agradezco una vez más de corazón todo lo que has hecho por mi en la vida, todos los sacrificios que has hecho por mi. Te ruego me perdones si te he herido u ofendido, como yo he perdonado todo… No me era posible liberarte del dolor que ahora debes sufrir por mí. Qué difícil debe haber sido para nuestro querido Salvador cuando, por sus sufrimientos y muerte, tuvo que preparar tan gran sufrimiento para su Madre, y ellos cargaron con todo esto por amor a nosotros pecadores.
Mis saludos de corazón para mis queridas hijas. Ciertamente le pediré a Dios, si me permite entrar en el cielo pronto, que guarde un pequeño espacio en el cielo para todos ustedes. En la semana pasada he rezado mucho a la Santísima Virgen que, si es la voluntad de Dios que yo muera pronto, se me permita celebrar la fiesta de la Asunción en el cielo…..
….El corazón de Jesús, el corazón de María y mi corazón son uno en tiempo y eternidad.»
Las autoridades de la prisión dejaron un documento en la celda. Solo tenía que firmarlo para salvar su vida. El Padre Jochmann le sugirió que lo firmara.
-«Padre, no puedo hacer eso».
Una noche Franz tuvo dificultad en dormirse, cosa extraña para él. Entonces tuvo un sueño:
De repente vi un hermoso y brillante tren que daba la vuelta por las montañas de Austria. Deseosos de subir al tren, niños y adultos corrían hacia él y no se les podía retener. Prefiero no decir cuantos adultos no subieron al tren. Entonces escuché una voz que me dijo, «Este tren va al infierno» Inmediatamente me pareció como si alguien me tomara de la mano y dijera, «Ahora vamos al purgatorio» Oh! qué aterrador era el sufrimiento que vi y sentí, solo pude suponer que yo estaba en el infierno mismo si la voz no me hubiese dicho que íbamos al purgatorio. Probablemente no más de unos segundos transcurrieron mientras vi todo esto. Me desperté y escuché un suspiro y vi una luz y todo se acabó. Desperté a mis esposa enseguida y le dije lo ocurrido. Hasta esa noche yo nunca hubiese creído que el sufrimiento en el purgatorio pudiese ser tan grande.
Franziska, la esposa de Franz, pensó que el testimonio de su marido quedaría en el olvido. Así parecía hasta que en 1966 Gordon Zahn publicó su vida en el libro In Solitary Witness.
Beatificación, 2007: El 26 de octubre, «Día Nacional» de Austria, Franzisca, de 94 años, y otras 5,000 personas participaron en la liturgia de beatificación de Franz. 27 cardenales y obispos de Austria y del extranjero estaban presente. La misa fue televisada a toda la nación.
«Yo siempre le pedí al Señor Dios que me permitiera vivir para ver este día» dijo Franzisca, rodeada de miembros de su familia, en la catedral, donde una inmensa foto de Jaegerstaetter colgaba sobre el altar.
Congregación para la Doctrina de la Fe:
•Prohibición formal de cooperar con partidos comunistas. Excomunión latae sententiaea
(Denzinger-Hünermann 3865. Decreto del Santo Oficio, 28 de junio (1 de julio) de 1949)
El socialismo se opone al matrimonio tradicional.
El socialismo promueve el ateísmo.
El socialismo viola la libertad personal.
El socialismo se burla de la religión.
El socialismo promueve el relativismo.
El socialismo viola la propiedad privada.
El socialismo se opone a los derechos de los padres en la educación.
CONDENA PAPAL Y LLAMADO AL COMBATE CONTRA EL COMUNISMO ATEO
EXTRACTO DE LA ENCÍCLICA «DIVINI REDEMPTORIS» DEL PAPA PIO XI
CONTRA EL COMUNISMO ATEO
Promulgada el 19 de marzo de 1937
(La Carta Encíclica completa se encuentra en DOCUMENTOS PONTIFICIOS)
Este peligro tan amenazador, ya lo habéis comprendido, Venerables Hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que tiende a derrumbar el orden social y a socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.
Y por lo que hace al comunismo, ya desde el 1846 Nuestro venerado Predecesor Pío IX, de s. m., pronunció una solemne condenación, confirmada después en el Syllabus, contra la nefanda doctrina del llamado comunismo, tan contraria al mismo derecho natural, la cual, una vez admitida, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana. Más tarde, otro Predecesor Nuestros, de i. m., León XIII, en la encíclica Quod Apostolici muneris, lo definía mortal pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y conduce al peligro extremo de la ruina; y con clarividencia indicaba que el ateísmo de las masas populares en la época del tecnicismo, traía su origen de aquella filosofía, que de siglos atrás se afanaba por lograr que la ciencia y la vida se separasen de la fe y de la Iglesia.
También Nos, durante Nuestro Pontificado, hemos denunciado a menudo y con apremiante insistencia las corrientes ateas que crecían amenazadoras. Cuando, en 1924, Nuestra misión de socorro volvía de la Unión Soviética, condenamos Nos los errores y métodos de los comunistas, en una Alocución especial, dirigida al mundo entero. Y en Nuestras encíclicas Miserentissimus Redemptor, Quadragesimo anno, Caritate Christi, Acerba animi, Dilectissima Nobis, elevamos solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, México y España
Hasta los más encarnizados enemigos de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta lucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y obra que el Papado, también en nuestros días, continúa fielmente tutelando el santuario de la religión cristiana, y que ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más frecuencia y de modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrenal.
La doctrina, que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras, se funda hoy esencialmente en los principios del materialismo, llamado dialéctico e histórico, ya proclamados por Marx, y cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teorizantes del bolchevismo. Esta doctrina enseña que no existe más que una sola realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas: la planta, el animal, el hombre son el resultado de su evolución… En semejante doctrina es evidente que no queda ya lugar para la idea de Dios…todas las fuerzas, sean las que fueren, que se oponen a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como enemigas del género humano.
El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio espiritual de su conducta moral, quita toda dignidad a la persona humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos… sostiene el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda jerarquía y autoridad establecida por Dios, incluso la de los padres… no existe para el comunismo nada que ligue a la mujer con la familia y la casa. Al proclamar el principio de la emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en la misma medida que al hombre; se dejará a la colectividad el cuidado del hogar y de la prole. Niega, finalmente, a los padres el derecho a la educación, porque éste es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.
¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre tales fundamentos materialistas? Sería una colectividad sin más.
Venerables Hermanos: ¡tal es el nuevo evangelio, que el comunismo bolchevique y ateo pretende anunciar a la humanidad como un mensaje de salvación y de redención! Sistema lleno de errores y sofismas; opuesto a la razón y a la revelación divina; subversivo del orden social, porque destruye sus bases fundamentales; desconocedor del verdadero origen, naturaleza y fin del Estado; negador de los derechos de la personalidad humana, de su dignidad y libertad.
Además, esta difusión tan rápida de las ideas comunistas, que se infiltran en todos los países, grandes y pequeños, civilizados o retrasados, de modo que ningún rincón de la tierra se ve libre de ellas, se explica por una propaganda verdaderamente diabólica, tal como jamás conoció el mundo: propaganda dirigida desde un solo centro y hábilmente adaptada a las condiciones de los diversos pueblos; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de organizaciones gigantescas, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas bien adiestradas; propaganda que se hace en folletos y revistas, en el cinematógrafo y en el teatro, en la radio, en las escuelas y hasta en las Universidades, y que penetra poco a poco en todas las clases sociales, aun en las más sanas, sin que se aperciban casi del veneno que insensiblemente va infiltrándose cada vez más en todos los espíritus y en los corazones todos.
CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO
Un tercer y muy poderoso factor contribuye a la intensa difusión del comunismo: esa verdadera conspiración del silencio en la mayor parte de la Prensa mundial no católica. Decimos conspiración, porque no se puede explicar de otro modo que una Prensa tan ávida de poner de relieve aun los más menudos incidentes cotidianos, haya podido pasar en silencio, tanto tiempo, los horrores cometidos en Rusia, en México y también en gran parte de España, y hable relativamente tan poco de organización mundial tan vasta como el comunismo moscovita. Silencio debido en parte a razones de una política poco previsora; silencio, apoyado por diversas organizaciones secretas que hace tiempo tratan de destruir el orden social cristiano.
LUCHA CONTRA TODO LO DIVINO
Ese es, desgraciadamente, el espectáculo que contemplamos: por primera vez en la historia, asistimos a una lucha fríamente intentada y arteramente preparada por el hombre contra todo lo que es divino. El comunismo es, por naturaleza, antirreligioso, y considera la religión como el opio del pueblo porque los principios religiosos, que hablan de la vida de ultratumba, impiden que el proletario aspire a la conquista del paraíso soviético, que es de este mundo.
Por lo tanto, así como el hombre no puede sustraerse a los deberes para con la sociedad civil, impuestos por Dios, y así como los representantes de la autoridad tienen el derecho de obligarle a su cumplimiento cuando lo rehuse ilegítimamente, así también la sociedad no puede privar al hombre de los derechos personales que le han sido concedidos por el Creador -antes hemos aludido a los más importantes-, ni hacer, por principio, imposible su uso. Es, pues, conforme a la razón y a sus exigencias, que en último término todas las cosas de la tierra estén ordenadas a la persona humana, para que por su medio hallen el camino hacia el Creador. Y al hombre, a la persona humana, se aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los Corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana: Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo, Cristo es de Dios. Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo el orden en las relaciones del hombre y de la sociedad, ¡ved las alturas a que la razón y la revelación elevan a aquélla!
NECESIDAD DE DEFENSA
Tal es, Venerables Hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única que, como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es preciso que esta doctrina se realice cada vez más en la práctica de la vida, conforme al aviso del apóstol Santiago: Sed… obradores de la palabra, y no tan sólo oidores, engañandoos a vosotros mismos; por esto, lo que más urge al presente es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora revolución que se está preparando. Tenemos la firme confianza de que al menos la pasión, con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea, servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desigual, y aun mayor, por honor de la Majestad divina.
¿Qué, pues, hacer? ¿Qué remedios emplear para defender a Cristo y la civilización cristiana contra ese tan pernicioso enemigo? Como un padre en el seno de la familia, quisiéramos Nos conversar, por decirlo así, en la intimidad, sobre los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia, dirigiendo también Nuestra paternal admonición aun a aquellos hijos que se han alejado de ella.
…son demasiados los que son católicos casi sólo de nombre; demasiados los que, aun observando más o menos fielmente las prácticas más esenciales de la religión que se glorían de profesar, no se preocupan de conocerla mejor ni de adquirir una convicción más íntima y profunda, y menos aún de hacer que al barniz exterior corresponda el interno esplendor de una conciencia recta y pura, que comprenda y cumpla todos sus deberes bajo la mirada de Dios. Sabemos cuánto aborrece el Divino Salvador esta vana y falaz exterioridad, El, que quería que todos adorasen al Padre en espíritu y verdad. Quien no vive verdadera y sinceramente según la fe que profesa, no podrá sostenerse mucho tiempo hoy, cuando tan fuerte sopla el viento de la lucha y de la persecución, sino que será arrastrado miserablemente por este nuevo diluvio que amenaza al mundo; y así, mientras se labra su propia ruina, expondrá también a ludibrio el nombre de cristiano.
INSIDIA COMUNISTA
En otras partes llevan su hipocresía hasta hacer creer que el comunismo en los países de mayor fe o de mayor cultura tomará un aspecto más suave, y no impedirá el culto religioso y respetará la libertad de conciencia. Y hasta hay quienes, refiriéndose a ciertos cambios introducidos recientemente en la legislación soviética, deducen que el comunismo está ya para abandonar su programa de lucha contra Dios.
Procurad, Venerables Hermanos, que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen a la victoria del comunismo en sus países, serían los primeros en ser víctimas de su ceguera; y cuanto las regiones, donde el comunismo consigue penetrar, más se distingan por la antigüedad y la grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará allí el odio de los sin Dios.
ORACIÓN Y PENITENCIA
Pero si el Señor no guardare la ciudad, en vano vigila el centinela. Por esto, como último y poderosísimo remedio, os recomendamos, Venerables Hermanos, que en vuestras diócesis promováis e intensifiquéis del modo más eficaz el espíritu de oración, unido a la penitencia cristiana. Cuando los Apóstoles preguntaron al Salvador por qué no habían podido librar del espíritu maligno a un endemoniado, les respondió el Señor: Tales demonios no se lanzan más que con la oración y el ayuno. Tampoco podrá ser vencido el mal que hoy atormenta a la humanidd sino con una santa y universal cruzada de oración y de penitencia; y recomendamos singularmente a las Ordenes contemplativas, masculinas y femeninas, que redoblen sus súplicas y sacrificios para impetrar del cielo una poderosa ayuda a la Iglesia en las luchas presentes, con la poderosa intercesión de la Virgen Inmaculada, la cual, así como un día aplastó la cabeza de la antigua serpiente, así también es hoy segura defensa e invencible Auxilio de los cristianos.
Los que militan en la Acción Católica, tan bien preparados y adiestrados, serán los primeros e inmediatos apóstoles de sus compañeros de trabajo y los preciosos auxiliares del sacerdote para llevar la luz de la verdad y para aliviar las graves miserias materiales y espirituales en innumerables zonas que se han hecho refractarias a toda acción de los ministros de Dios por inveterados prejuicios contra el clero o una deplorable apatía religiosa. Así es como, bajo la guía de sacerdotes particularmente expertos, se cooperará a esa asistencia religiosa a las clases trabajadoras, que tanto Nos preocupa, porque es el medio más apto para preservar a esos amados hijos Nuestros de la insidia comunista.
Además de este apostolado individual, muchas veces silencioso, pero utilísimo y eficaz, es también propio de la Acción Católica difundir ampliamente por medio de la propaganda oral y escrita los principios fundamentales que han de servir a la construcción de un orden social cristiano, como se desprende de los documentos pontificios.
Nos pensamos también en las organizaciones profesionales de obreros, de agricultores, de ingenieros, de médicos, de patronos, intelectuales, y otras semejantes: hombres y mujeres, que viven en las mismas condiciones culturales y a quienes la naturaleza misma reúne en agrupaciones homogéneas. Precisamente estos grupos y estas organizaciones están destinados a introducir en la sociedad aquel orden que tuvimos presente en Nuestra encíclica Quadragesimo anno, y a difundir así el reconocimiento de la realeza de Cristo en los diversos campos de la cultura y del trabajo.
LLAMAMIENTO A TODOS
Pero en esta lucha, empeñada por el poder de las tinieblas contra la idea misma de la Divinidad, queremos Nos esperar que, además de todos los que se glorían del nombre de Cristo, se muestren dispuestos también cuantos creen en Dios y lo adoran, que son aún la inmensa mayoría de los hombres. Renovamos, por lo tanto, el llamamiento que hace ya cinco años lanzamos en Nuestra encíclica Caritate Christi, a fin de que también ellos concurran leal y cordialmente por su parte para apartar de la humanidad el gran peligro que a todos amenaza. Porque -como decíamos entonces- el creer en Dios es el fundamento firmísimo de todo orden social y de toda responsabilidad en la tierra, y por esto cuantos no quieren la anarquía y el terror deben con toda energía consagrarse a que los enemigos de la religión no consigan el fin que con tanta claridad han proclamado[47].
Paternal llamamiento
No podemos terminar esta Encíclica sin dirigir una palabra a aquellos hijos Nuestros que ya están contagiados, o poco menos, por el mal comunista. Los exhortamos vivamente a que oigan la voz del Padre que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen el resbaladizo camino que los lleva a una inmensa y catastrófica ruina, y reconozcan ellos también que el único Salvador es Jesucristo Señor Nuestro, pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos.
CONCLUSION
Y para apresurar la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la gran acción de la Iglesia católica contra el comunismo ateo mundial bajo la égida del poderoso Protector de la Iglesia, San José. El pertenece a la clase obrera y él experimentó el peso de la pobreza en sí y en la Sagrada Familia, de la que era jefe solícito y amante; a él le fue confiado el divino Niño, cuando Herodes envió sus sicarios contra El. Con una vida de absoluta fidelidad en el cumplimiento del deber cotidiano, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganar el pan con el trabajo de sus manos, y mereció ser llamado el Justo, ejemplo viviente de la justicia cristiana que debe dominar en la vida social.
Levantando la mirada, Nuestra fe ve los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla el primer Predecesor Nuestro, San Pedro. Mientras las promesas de los falsos profetas se resuelven en sangre y lágrimas, brilla con celestial belleza la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: He aquí que Yo renuevo todas las cosas.
No Nos resta, Venerables Hermanos, sino elevar las manos paternas y hacer descender sobre vosotros, sobre vuestro clero y pueblo, sobre toda la gran familia católica, la Bendición Apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de San José, Patrono de la Iglesia universal, el 19 de marzo de 1937, año décimosexto de Nuestro Pontificado.
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