“Voy a predicar a gente petrificada en su fe, como la lava del Vesubio y, a la vez, ardiendo por el fuego infernal de sus vicios”.
El ilustre franciscano escribió: “Ningún pecado tiene mayor poder sobre el alma que la maldita sodomía, que siempre fue detestada por todos los que viven de acuerdo a la ley de Dios ... Tal pasión desviada está cerca de la locura. Este vicio perturba el intelecto, destruye la elevación y generosidad del alma, arrastra de la mente los grandes pensamientos llevándolos hacia lo mas bajo, hace que la persona sean pusilánime e irascible, obstinado y endurecido, tonto servil e incapaz de nada. Por otra parte, la voluntad, siendo agitada por el deseo insaciable de placer, ya no sigue la razón sino el frenesí... Alguien que vivió practicando el vicio de la sodomía sufrirá más dolores en el infierno que cualquier otro, porque este es el peor pecado que existe.”
(San Bernardino de Siena, Predica XXXIX, en Le prediche volgari (Milan:. Rizzoli, 1936 ), pp 869ff., 915, en F. Bernadei, op. cit., p. 11f)
Judas 1:7 |
“Temblad tierra entera, al ver que la criatura se ha atrevido a ofender a su Creador”
“Oh hombre que confía tanto en el mundo, ¿ya has reflexionado sobre los errores que existen en él?”
San Bernardino de Siena
I. San Bernardo era enemigo del discurso indecente. Por lo tanto, no solo nunca pronunció una palabra inmodesta, sino que impidió que otros hicieran lo mismo. Se esforzó fervientemente por lograr su propia salvación. Si eres tan serio, sigue su ejemplo. En nuestro tiempo, nada es más común que hablar sin vergüenza o restricción de lo impuro. Por lo tanto, es que las obras de iniquidad se vuelven tan frecuentes que el infierno se llenará de quienes las perpetran. San Gregorio, que compara el discurso descortés con la peste, tenía razón al decir que la mayoría de las personas que van a la destrucción eterna son atraídas por el vicio de la impureza. Esto lo verifica con las palabras del Evangelio: "Y pondrá las ovejas en su mano derecha, pero las cabras en su izquierda" (Mateo, xxv.). ¿Por qué, preguntó el Santo Padre, todos los condenados son llamados por el nombre de las cabras? Por ninguna otra razón que no sea mostrar que la mayoría de las personas están condenadas por el vicio de la lujuria, de la cual ese animal es el tipo. Quien fervientemente desee ser colocado "en su mano derecha", debe evitar este vicio. Y para poder evitarlo, debe protegerse de cada palabra indecente; porque las malas palabras conducen a malas obras, además de ser pecaminosas en sí mismas. Los jóvenes licenciosos interrumpieron sus conversaciones en cuanto veían a San Bernardino. ¿No debería la idea de la presencia del Altísimo, de Aquel que tiene el poder de enviarte a la destrucción eterna, producir el mismo efecto sobre ti?
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